Existe la idea de que un café de mezcla —o blend— no puede ser de especialidad, pero esto es un mito. El café de especialidad no depende del origen único, sino de la calidad sensorial del grano. Para que un café sea considerado de especialidad debe alcanzar 80 puntos o más en la escala SCA, evaluado por un Q Grader. Esa regla aplica tanto para cafés de un solo origen como para mezclas cuidadosamente diseñadas.
Un blend puede ser de especialidad cuando combina cafés de alta calidad, todos libres de defectos y con perfiles compatibles entre sí. Los tostadores crean estas mezclas para resaltar atributos específicos: mayor balance, dulzor, complejidad o consistencia en taza. Si la mezcla final mantiene los estándares de calidad requeridos por la SCA, puede clasificarse como un café de especialidad sin problema.
A diferencia de las mezclas comerciales, que suelen buscar volumen o abaratar costos, los blends de especialidad se construyen con intención y precisión. Esto implica selección rigurosa, proporciones exactas y pruebas constantes para asegurar que el perfil sea estable, limpio y armónico. En muchas cafeterías de alta calidad, el espresso de la casa es precisamente un blend de especialidad diseñado para funcionar bien con o sin leche.
En síntesis, sí: un café de mezcla puede ser de especialidad, siempre y cuando los granos que lo componen sean de alta calidad y el resultado final cumpla con los estándares sensoriales de la industria. Lejos de limitarse, los blends de especialidad abren un mundo creativo para tostadores y consumidores, ofreciendo tazas consistentes, complejas y pensadas para una experiencia superior.
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