Un café de origen y un café de especialidad no significan lo mismo, aunque a menudo se relacionan. El café de origen hace referencia al lugar específico donde se produce el grano: un país, una región, una finca o incluso un micro-lote. Por su parte, el café de especialidad es aquel que alcanza 80 puntos o más en la escala SCA tras ser evaluado por un Q Grader. Uno describe la procedencia; el otro, la calidad sensorial certificada.
Entonces, ¿puede un café de origen ser de especialidad? Sí, cuando cumple los estándares de calidad establecidos por la industria del café. Esto implica recolección selectiva, procesos controlados, ausencia de defectos y un perfil en taza limpio, complejo y bien balanceado. Un café puede provenir de un origen muy definido, pero si no alcanza esta puntuación, no se considera de especialidad.
La trazabilidad del café de origen juega un papel importante en esta relación. Cuando se conoce la altitud, la variedad botánica, las prácticas agrícolas y los métodos de beneficio, se puede entender mejor por qué un café alcanza (o no alcanza) los niveles de especialidad. Muchos productores y tostadores utilizan esta información para mejorar procesos y elevar la calidad del grano hasta los estándares de especialidad.
Un café de origen puede ser de especialidad, pero no por el hecho de ser de origen. Solo lo es si su calidad es verificada mediante catación profesional y supera los 80 puntos. La combinación de origen definido y alta calidad sensorial convierte a estos cafés en productos excepcionales, muy valorados por consumidores que buscan transparencia, autenticidad y una experiencia verdaderamente superior en cada taza.
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